La planificada tiranía del capital financiero

La planificada tiranía del capital financiero.

Alberto Rabilotta

La volatilidad reina en el sistema bursátil mundial. Las bolsas caen,
se levantan y vuelven a caer por las sospechas de que grandes bancos
son insolventes, porque el desempleo y la desaparición del trabajo
asalariado en las principales economías occidentales están reduciendo
el consumo y con él la capacidad de reproducción del capital. A esto
se suma la “crisis de la deuda pública” en varios países de la Unión
Europea y en Estados Unidos. Y mientras tanto en varias ciudades de
Inglaterra ciertos barrios ardieron por los disturbios y saqueos
producidos por algunos de los cientos de miles o millones de
excluidos…

Y en este contexto la ilusión de una recuperación económica de la Gran
Recesión del 2008-2009 está siendo reemplazada por el más realista
temor a la recaída en una nueva recesión, o por el convencimiento de
que entramos en un largo período de bajo crecimiento y alto desempleo,
la “nueva normalidad” a la que en mayo del 2009 aludió Bill Gross,
jefe de inversiones de Pimco, (Pacific Investment Management Co. (1).

¿Dónde se esconden los gobiernos?

Los gobernantes del G7, que durante décadas dictaron la política
monetaria y económica del mundo, siguen viviendo en un mundo aparte.
Stephen Harper, el primer ministro canadiense y el más convencido y
público defensor del sistema neoliberal, visita países de América
latina para vender la rancia utopia del “libre comercio y la
protección de las inversiones” junto al “libre flotamiento de las
divisas” que solo conviene al gran capital canadiense, es decir a las
compañías mineras –con las auríferas en primer lugar-, a los bancos y
especuladores financieros –con el Banco de Nueva Escocia a la cabeza-
y para que las petroleras canadienses consoliden sus posiciones como
predadoras principales Centro y Sudamérica.

Y en Brasil, con esa ligereza que sólo los cegados por una ideología
pueden tener y después de que el ministro de hacienda de Brasil, Guido
Mantega dijera públicamente que los países dominantes en el G20 no
deberían criticar a Brasil por sus intentos en frenar la especulación
en su moneda – respecto al dólar el real aumentó 45.3 por ciento desde
comienzos del 2009 -, porque son esos países los que están causando
los problemas monetarios y no tienen autoridad moral alguna para
hablar contra la intervención en el mercado monetario, Harper comentó
de la siguiente manera la actual debacle que sacude el sistema
financiero y está generando enormes flujos monetarios que buscan
oportunidad de especular en los mercados a corto plazo: “Estamos
poniendo mucho énfasis en esta cosa. De cierta manera es fácil
enfocarse en los billones (de dólares) que parecen haber sido perdidos
en los movimientos del mercado”.

Pero hay que reconocer que esta no es la primera ligereza, para
llamarla así, que comete el primer ministro conservador de Canadá. En
una entrevista con la televisión de la Canadian Broadcasting Corp. en
2008 y en momento en que se derrumbaban los mercados bursátiles y era
evidente una grave crisis financiera de la cual los mercados
bursátiles aun no se han recuperado, Harper dijo que pensaba que esas
caídas presentaban “algunas grandes oportunidades de compra” para
eventuales accionistas, añadiendo que ese era el consejo que como
economista (graduado en la facultad de Economía de Calgary, donde
reinaban y siguen reinando las teorías de Milton Friedman) había dado
a su propia madre…

El neoliberalismo y la profundización de la dominación por el capital
financiero le han sacado la careta a la democracia liberal y dejado al
descubierto los gobiernos de los países dominantes, electos gracias al
poder de la caja electoral de los partidos políticos – en las últimas
elecciones legislativas en Estados Unidos los partidos Republicano y
Demócrata recaudaron cuatro mil millones de dólares provenientes en su
mayor parte de los grandes intereses y que fueron gastados en
propaganda electoral comprada en los medios masivos de difusión -, que
consecuentemente solo responden a los intereses de los grupos
dominantes.

La gira de Harper en Brasil, Colombia, Costa Rica y Honduras fue para
fortalecer y garantizar el futuro de la presencia ya importante de los
capitales canadienses. Lo mismo puede decirse de los otros jefes de
Estado y de gobierno que frente las sacudidas bursátiles que despluman
los fondos de pensiones y acrecientan el poder de los especuladores
financieros, que ante el creciente desempleo y la pobreza sólo
formulan insinceras promesas de crear empleos mientras ponen todo el
esfuerzo de la disuasión en afirmar que es necesario profundizar los
planes de austeridad para mantener la “estabilidad” financiera.

Jonathan Freedland escribe en The Guardian (9 de agosto 2011) que la
“única calma que hemos visto en los últimos días provino de las
acciones de personas no electas – y lamentablemente indecisivas en lo
usual -, los hombres del Banco Central Europeo”. Y continúa señalando
que en las recientes semanas el veredicto de los mercados, en Europa y
Estados Unidos pareció ser que los gobiernos electos no pueden tomar
las decisiones que se requieren.

En su reflexión el columnista británico recuerda el escándalo de los
“teléfonos pinchados” en Inglaterra por ordenes de la cadena de medios
de Rupert Murdoch, News Corp., y subraya que uno de los aspectos de
ese escándalo fue el contraste entre el enorme poder de News Corp. y
el cobarde comportamiento de aquellos que elegimos o designamos para
que nos protegieran, los políticos. Y concluye en que “la ironía mayor
es que fuera de Gran Bretaña, Europa y Estados Unidos, la gran
historia del 2011 fue la primavera de los pueblos árabes () Parecería
que justo cuando esas naciones demandan los instrumentos de la
democracia, nosotros hallamos que los que tenemos en nuestras manos
están oxidados y desafilados”.

Los grandes planificadores en acción.

Difícil ver claro en medio de esta debacle político-financiera que
azota a los países capitalistas “avanzados”. Debacle política porque
los gobiernos no pueden o no quieren resolver el problema de fondo:
cómo extirpar esa oligarquía financiera global que parasitó el sistema
y lo está explotando para enriquecerse y ampliar aun más su poder.
Después de haber embarcado el mundo en la destructiva utopia
neoliberal basada en la supuesta “autorregulación” de los mercados,
que como escribió el economista Karl Polanyi ve en “la planificación y
el dirigismo una negación de la libertad y declara la libre empresa y
la propiedad privada partes esenciales de la libertad”, los gobiernos
de Estados Unidos y la Unión Europea se convirtieron, bajo el poder
que ahora ejerce el gran capital financiero sobre los políticos, en
planificadores de una radical transformación política, social y
económica en la cual la libertad empresarial ha quedado – como decía
Polanyi al referirse a la crisis de los años 20 y 30 del siglo pasado
– “reducida al estado de ficción por la dura realidad de las
gigantescas fiduciarias (el sector financiero) y del poder principesco
de los monopolios”.

Para explicar la dinámica de la crisis provocada por el
neoliberalismo, en un artículo de octubre del 2010 (2) citábamos a
Polanyi, quien en su libro “La Gran Transformación” describe cómo
después de una fase de laissez-faire sobrevino la crisis financiera y
económica de los años 30 del siglo 20, que postró las economías de los
países industriales en una depresión, provocando desempleo y
empobrecimiento masivo, destruyendo en muchos países las libertades
conquistadas por las luchas democráticas y conduciendo a
recomposiciones de poder entre las elites dominantes y el Estado, a
formas de corporativismo que en la definición del dictador fascista
italiano Benito Mussolini constituyó la “primera etapa del fascismo,
porque fue la fusión del poder del Estado y las corporaciones” (3).

Y una de las características del corporativismo (4) es la adopción de
la planificación económica central, un anatema para la ideología de la
autorregulación de los mercados del laissez-faire y de su versión
neoliberal.

La constatación de que hemos entrado en una era de “tiranía financiera
planificada” es el anuncio por el presidente de la Reserva Federal
(Fed) de Estados Unidos, Ben Bernanke, de que mantendrá tasas de
interés negativas – cercanas al cero por ciento – hasta el 2013, sin
duda alguna en beneficio del sistema financiero de Wall Street.

Esta fue acción concertada con el Banco (Central) de Inglaterra que
alimenta con liquidez al centro financiero de la City de Londres y que
adoptó una decisión similar, y con los bancos centrales de Alemania,
Francia, Italia, Japón y Canadá, que “tomarán todas las medidas
necesarias para apoyar la estabilidad financiera y el crecimiento en
un espíritu de estrecha colaboración y confianza”, según el comunicado
de la conferencia que tuvo lugar el pasado 7 de agosto entre los
ministros de Hacienda y gobernadores de los bancos centrales del G7
(5).

La palabra clave de ese comunicado y de todas las políticas adoptadas
por los gobiernos del G7, y los gobernadores de los bancos centrales
es “apoyar la estabilidad financiera”, o sea la decisión de planificar
a mediano plazo la inyección masiva de capital gratuito, porque las
tasas de interés son nulas o negativas, en el sistema financiero.
Decisiones
concertadas fueron tomadas puntualmente por los bancos
centrales durante la crisis financiera del 2008-2009, pero ahora se
trata de una política trienal (2011 a 2013) que augura el comienzo de
planes de estabilización financiera a mediano plazo.

¿Planificar para quién?

Esta planificación de la política crediticia en Estados Unidos y en
Europa viene acompañada por una austeridad planificada del gasto
público, o sea el recorte brutal del gasto destinado a los programas
sociales que combaten la pobreza, alivian el desempleo y el
endeudamiento por los estudios, o facilitan el acceso a los servicios
médicos. Esto es lo que denuncia Bernie Sanders, Senador independiente
por Vermont, al afirmar que el acuerdo entre los Republicanos y los
Demócratas del presidente Barack Obama para cortar en 2.5 millones de
millones de dólares el presupuesto federal, o sea el gasto público, es
una decisión política “grotescamente injusta () e igualmente una
política nefasta () que costará cientos de miles de empleos”(6).

Para el legendario Senador por Vermont, una de las pocas voces
verdaderamente progresistas en el Congreso de Washington, el pueblo no
será el beneficiario de esta política para reducir el déficit fiscal
ni de la política de austeridad. Y el pueblo tampoco cree en esa
política: “En encuesta tras encuesta el pueblo estadounidense dejó
claro que cree en el sacrificio compartido. En vez de poner a la
seguridad social, el Medicare y el Medicaid, la educación y la
protección del medio ambiente en la picota, la inmensa mayoría ha
dicho que la mejor manera de reducir el déficit es poner fin a los
recortes de impuestos para los más ricos, las grandes petroleras y
Wall Street, y mirar seriamente hacia los gastos en el terreno
militar. No obstante lo que hicieron el presidente Obama y el Congreso
fue permitir que los ricos y las grandes corporaciones contribuyeran
casi nada, mientras que los más humildes de nuestra nación terminarán
siendo los afectados por esos recortes”.

Y es bien sabido, y muchos notables economistas lo dicen sin que tenga
impacto alguno a nivel de los gobiernos o de los “partidos políticos
de gobierno”, que los planes de austeridad –que forman parte de la
planificación central- asfixiarán el ya deficiente crecimiento
económico, sin el cual no solo aumentará el desempleo y se extenderán
aun más la pobreza con los previsibles recortes a las pensiones, y se
acrecentará la ya abismal brecha entre pobres y ricos.

Al mismo tiempo, en los países donde se aplican con rigor los planes
de austeridad – como en Grecia -, se constata una reducción de las
capacidades de recaudación fiscal estatal que agravará la deuda
pública – porque al reducir los impuestos sobre los ricos en las
últimas décadas se recargó sobre los trabajadores y la clase media en
general el fardo principal de la tributación fiscal -, lo que a su vez
servirá de justificativo para profundizar la privatización de lo que
resta de las empresas públicas y vender a precios de remate, como
sucede actualmente en Grecia, las “joyas de la familia”, sean las
tierras agrícolas, las playas e islas con sus centros turísticos, y
por qué no todo el patrimonio arqueológico y artístico.

¿Quién se beneficia de todo esto? Aquellos que pueden extraer la renta
de esa deuda pública y de los ingresos por la privatización de los
servicios públicos. El único beneficiario de esta “planificación
central” es el dominante sistema financiero, porque los bancos
centrales que están efectivamente dirigiendo los destinos de la
economía mundial son independientes del poder político representado
por los gobiernos, pero están directamente al servicio de los bancos
privados (7).

La amenaza totalitaria.

Pero volvamos a Polanyi y su exhaustivo análisis de la Gran Depresión
y de la “gran transformación” a que dio lugar: “Ninguna sociedad
compleja podía vivir sin que funcione un cuerpo legislativo y un
cuerpo ejecutivo de carácter político. Un conflicto de intereses de
grupo que tuviese como resultado paralizar los órganos de la industria
o del Estado (uno u otro, o ambos) representaba un peligro inmediato
para la sociedad. Sin embargo, eso es precisamente lo que se produjo
durante los años 20. El partido obrero se atrinchera en el Parlamento,
donde el número de legisladores le daba su peso, los capitalistas
hicieron de la industria una fortaleza desde la cual regenteaban el
país () Los capitanes de la industria se ocupaban de desviar la
población de sus simpatías hacia los dirigentes que ella había electo
libremente, mientras que las organizaciones democráticas hacían la
guerra al sistema industrial del cual dependía la vida de cada uno.
Finalmente llegaría el momento cuando el sistema económico y el
sistema político estarían ambos amenazados de parálisis total. La
población tendría miedo, y el papel dirigente recaería por fuerza en
quienes ofrecieran una salida fácil, sin importar el precio final. Los
tiempos estaban maduros para la solución fascista” (4).

Mas adelante Polanyi escribe que el liberalismo económico, que reinó
durante las primeras décadas del siglo 20, nunca logró restablecer la
libre empresa, que “estuvo condenada al fracaso por razones
intrínsecas. Fue debido a sus esfuerzos que el big business se instaló
en varios países de Europa, así como, por otra parte, los diversos
matices de fascismo. La planificación, la reglamentación, el dirigismo
que (los defensores del liberalismo) querían ver desterrados como
peligros para la libertad, fueron ahora utilizados por los enemigos
jurados de ésta última para abolirla totalmente. En consecuencia, fue
la obstrucción hecha por los liberales a toda reforma comportando
planificación, reglamentación y dirigismo lo que rindió prácticamente
inevitable la victoria del fascismo. La privación total de libertad en
el fascismo es, ciertamente, el resultado ineluctable de la filosofía
liberal que pretende que el poder y la obligación son el mal, y que la
libertad exige que no estén presentes en una comunidad humana (página
330 de la obra citada).

¿No se encuentran Estados Unidos y varios países europeos, donde los
gobiernos y las empresas descartan totalmente abordar cuestiones
esenciales, como la de extirpar esa oligarquía financiera global que
parasitó el sistema y lo está explotando para enriquecerse y ampliar
aun más su poder, yendo hacia tal situación?

La Vèrdiere, Francia.

1.-
http://www.bloomberg.com/news/2011-08-10/pimco-s-gross-proves-summers-wrong-as-selloff-shows-new-normal-is-real.html

2.- Ver el artículo “Neoliberalismo, Corporativismo y totalitarismo”,
http://alainet.org/active/41325&lang=es

3- Denis Mack Smith, “Modern Italy: a Political History”. Publicado
por University of Michigan Press, 1997.

4.- El corporativismo nazi-fascista tuvo un carácter totalitario. Pero
también hubo un corporativismo que utilizó la planificación central de
la economía y respetó los márgenes de la democracia representativa,
como el caso de New Deal en Estados Unidos, forjado a partir de la
alianza entre el Estado, la industria y los sindicatos, que repercutió
en varios países de América Latina, como México, Argentina y Brasil, y
Europa, permitiendo la etapa de desarrollo económico que, entre otros
aspectos más, mejoró la situación de la clase trabajadora y fue la
base de la formación de las clases medias.

5.- Central Bankers World Wide Race to Save Growth in 72 Hours of
Policymaking (Bloomberg, 10 de agosto 2011).

6.- Bernie Sanders: Por que voté en contra del acuerdo sobre el
presupuesto. En español en http://www.cubadebate.cu ; en inglés en
Huffington Post.

7.- Ver el artículo de agosto 2009 en Spiegel:
(http://www.spiegel.de/international/business/0,1518,635051,00.html)
y lo documentado en The “Towers of Basel”: The World’s Biggest Central
Bank Has Private Shareholders By Washington’s Blog.
http://www.globalresearch.ca/PrintArticle.php?articleId=25823

8.- – Karl Polanyi, La Grande Transfomation, Editions Gallimard,
páginas 304 y 330.

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